Axel Kicillof convoca a reconfigurar el peronismo en un frente amplio para enfrentar a Javier Milei. Su estrategia busca fortalecer el partido en Buenos Aires, posicionándose como contrapeso al gobierno nacional. Kicillof destaca la necesidad de unidad y reconstrucción interna, mientras denuncia el ajuste y propone políticas para amortiguar sus efectos.
Axel Kicillof reagrupa al peronismo bonaerense y construye su figura como contrapeso a Javier Milei
Axel Kicillof se dejó de insinuaciones y movió las piezas. Desde su cuenta en X, el gobernador bonaerense lanzó una convocatoria explícita a reconfigurar al peronismo en un frente amplio para enfrentar lo que definió como “la motosierra” de Javier Milei. El mensaje llegó tras el Congreso del Partido Justicialista bonaerense realizado en Merlo, donde se votó formalmente habilitar alianzas para las elecciones legislativas de septiembre. El tono del mensaje, duro contra el presidente y empático con la base militante, marca un cambio de etapa: Kicillof dejó de hablar hacia adentro y comenzó a hablarle al país.
La estrategia es clara: reconstruir la musculatura política del peronismo en la provincia que más bancas aportará en la Cámara de Diputados en 2025. Pero no es solo eso. También es comenzar a posicionarse como la garantía de gobernabilidad frente al caos y al ajuste indiscriminado que denuncia proviene de la Casa Rosada. “La motosierra se está volviendo cada vez más despiadada”, escribió el gobernador, haciendo referencia tanto a los recortes presupuestarios como al retroceso en políticas sociales, educativas y sanitarias. Kicillof no se guarda epítetos para definir al adversario y apuesta a polarizar.
En los pasillos del peronismo ya nadie duda de que el gobernador busca proyectarse más allá de 2027. Pero para eso necesita dos cosas: blindar la provincia y reconstruir un dispositivo político que integre a los distintos sectores, incluido el kirchnerismo del que forma parte pero con el que mantiene tensiones crecientes. El acuerdo alcanzado en el Congreso partidario fue el primer paso. Se definió que Máximo Kirchner, como presidente del PJ bonaerense, tendrá potestad para cerrar alianzas con la condición de respetar un esquema de cuatro representantes para aprobar cada movimiento: una fórmula de equilibrio entre su espacio y el cristinismo más duro.
En su mensaje, Kicillof no solo bajó línea contra Milei al denunciar un aumento del autoritarismo y la persecución a opositores. También hizo una lectura introspectiva del ciclo anterior, al señalar que “existen miradas distintas” sobre lo que fue el Frente de Todos. Una sutileza, pero potente: no habló de errores externos, sino de la necesidad de asumir deudas internas. Es un lenguaje poco usual entre los sectores duros del peronismo, que suelen enfocarse exclusivamente en la crítica al adversario. Kicillof reconoce fallos, pero lo enmarca en una urgencia superior: “Vayan juntos”, repiten, según él, militantes, vecinos y trabajadores.
El gobernador no se quedó en denuncias. Detalló las políticas que su administración sostiene para amortiguar los daños: planes alimentarios, sostenimiento de obra pública, refuerzos en salud y educación. En la práctica, busca contrastar su gestión con la del gobierno nacional, mostrando compromiso y recursos donde la Nación, a su criterio, se retira. La narrativa está orientada a construir epicentro desde la provincia y proyectar hacia una figura referencial de oposición nacional. Lo hace desde un territorio con peso propio y con un discurso que mezcla gestión, denuncia y llamado a la unidad.
Puertas adentro del PJ se leyó favorablemente una cláusula del documento del Congreso de Merlo que garantiza “participación para todos los espacios” en el armado de listas. Es un guiño al sector del gobernador y una forma de evitar exclusiones como las que generaron tensión en ciclos anteriores. La mesa de cuatro referentes que definirá las candidaturas estará integrada por dos del núcleo cristinista (Mariel Fernández y Federico Otermín) y dos del espacio que responde a Kicillof (Verónica Magario y Gabriel Katopodis). La “lapicera” no estará en una sola mano; se reparten firmas y poder.
El trasfondo es la construcción de una nueva identidad para un espacio que supo dominar electoralmente la provincia pero que hoy transita un camino de repliegue institucional y disputas internas. Kirchnerismo, kicillofismo, intendentes del conurbano, sindicatos y movimientos sociales buscan un nuevo pegamento tras la derrota de 2023, y el gobernador se ofrece como aglutinante. No es un rol que se imponga, sino que debe conquistar, disputando liderazgos con la misma Cristina y tensando con La Cámpora que, por el momento, resiste pero empieza a ceder margen.
El mensaje también deslizaba una advertencia: si Milei afianza su poder, el ajuste será más profundo y brutal. Es el típico recurso de “stop loss” político. Marcar el límite antes del desastre. Pero a diferencia de otros momentos, el tono emocional fue acompañado de estructuras organizativas concretas. Congreso del PJ primero, acuerdo de unidad después, y hoja de ruta electoral para julio. Lo que venga será gestión política fina.
En su cierre, Kicillof habló de “el verdadero desafío: construir un frente social y político lo más amplio posible para recuperar nuestro derecho al futuro”. Es más que retórica. Está empujando una transición dentro del peronismo: del liderazgo unipersonal al colegiado, de la resistencia discursiva a la construcción territorial, del repliegue al ataque. La mayor incógnita sigue siendo si encontrará tiempo, aliados y estructura para que ese paso de la provincia al país no termine en nuevo desencanto. Por lo pronto, juega fuerte.