En medio de una economía aún en transición y un clima social dividido, el Índice de Confianza en el Gobierno (ICG) elaborado por la Universidad Torcuato Di Tella arrojó en junio de 2025 una baja del 4,6%, ubicándose en 2,34 puntos sobre 5. Si bien el número sigue siendo superior al promedio de la gestión de Alberto Fernández y levemente inferior al de Mauricio Macri en sus primeros 18 meses, la tendencia descendente vuelve a encender alarmas en el oficialismo.
El informe, elaborado sobre una muestra nacional de 1.000 casos por Poliarquía Consultores, muestra que la percepción negativa se generaliza en los cinco componentes que conforman el índice: capacidad de gobierno, honestidad, eficiencia, evaluación general y preocupación por el interés general. Este último ítem fue el más golpeado, con una caída del 10%, lo que podría interpretarse como una creciente sensación de que el gobierno está alejado de las prioridades sociales.
Una caída que retrotrae a abril
Tras una tenue recuperación en mayo, la baja en junio devuelve al ICG a niveles similares a los de abril, el punto más bajo desde diciembre de 2024. Esta dinámica refleja una estabilidad frágil: el promedio de confianza durante la gestión de Milei se ubica en 2,50, por debajo de los 2,61 que promedió Macri en su primer tramo y por encima de los 2,21 de Fernández.
El declive interanual del 5,1% sugiere además que la expectativa generada en el inicio del mandato libertario podría estar cediendo ante la persistencia de problemas estructurales y el efecto social de las políticas de ajuste.
Brechas etarias, regionales y educativas
El análisis desagregado por edad, género, nivel educativo y geografía revela patrones que podrían tener implicancias políticas. El nivel de confianza fue más alto entre los jóvenes de 18 a 29 años (2,76 puntos), un segmento clave para Milei desde su campaña, aunque también el que más cayó este mes (-9,2%). En contraste, los mayores de 50 años muestran una confianza más baja (2,31 puntos), pero con una merma menos abrupta.
Las mujeres continúan expresando una menor confianza en el gobierno que los hombres (2,12 frente a 2,56), lo que consolida una brecha de género persistente desde el inicio de la gestión.
Geográficamente, el interior del país sigue mostrando mayor respaldo (2,49 puntos), mientras que el Área Metropolitana de Buenos Aires (CABA y GBA) se mantiene escéptica, con un ICG promedio de apenas 2,10 puntos.
Uno de los datos más llamativos surge del cruce con el nivel educativo: quienes alcanzaron solo la primaria presentan un salto del 17% en su confianza, mientras que aquellos con formación terciaria o universitaria manifestaron una caída pronunciada del 10,4%. Este giro podría apuntar a una reconfiguración del perfil de apoyo electoral del oficialismo, con pérdida en los sectores de mayor formación académica.
La economía como termómetro político
El vínculo entre expectativas económicas y confianza es directo. Quienes creen que la situación mejorará en los próximos 12 meses tienen un ICG promedio de 4,08 puntos. Por el contrario, entre quienes anticipan un empeoramiento, la confianza se derrumba a 0,48 puntos.
Este dato refleja que el capital político del gobierno está atado al éxito o fracaso de su apuesta económica: si las promesas de reactivación no se materializan pronto, el deterioro en la percepción podría acelerarse.
Conclusión: ¿una advertencia o un nuevo piso?
El informe de junio puede leerse como un llamado de atención. Aunque Milei conserva niveles de confianza aceptables en comparación con sus antecesores, la erosión reciente en sectores clave —jóvenes, instruidos, mujeres, habitantes del AMBA— sugiere una necesidad urgente de recuperar la iniciativa y ampliar el diálogo social.
En tiempos de transformaciones profundas, la legitimidad no se sostiene solo con coherencia ideológica, sino también con resultados tangibles y sensibilidad política. Si el gobierno no logra alinear sus políticas con las expectativas de la sociedad, el ICG podría seguir marcando el pulso de una confianza en retroceso.