Argentina y el espejismo libertario: entre el ajuste brutal y la crisis social
El gobierno de Javier Milei se presentó como una ruptura con el establishment político y económico que llevó a Argentina a décadas de crisis recurrentes. Sin embargo, a poco más de un año de gestión, lo que vemos es la consolidación de un modelo que no solo mantiene las desigualdades estructurales, sino que las profundiza en nombre del mercado y la “libertad económica”.
La “motosierra” del ajuste ya se siente con crudeza en la vida cotidiana: el aumento descontrolado de los precios en el primer trimestre de gestión, la caída del poder adquisitivo, la eliminación de subsidios esenciales y un recorte indiscriminado del Estado que deja a millones en una situación de vulnerabilidad extrema. Todo esto, mientras los grandes grupos económicos celebran la desregulación y las multinacionales encuentran el terreno fértil para especular con los recursos del país.
El blindaje mediático y el relato de la “herencia recibida” funcionan como herramientas para desviar la atención de lo esencial: el gobierno no está combatiendo los privilegios del establishment financiero, sino garantizando su continuidad. La política de ajuste sin crecimiento y la persecución de voces disidentes no hacen más que consolidar el poder de las élites que, una vez más, imponen su agenda sin resistencia desde el oficialismo. Todo esto exacerbado por un presidente que, sumido en el poder, se cree dueño de la verdad y lo que es peor, de un país.
La Agenda Sintética vs. El Camino Humano
Lejos de representar una autonomía económica y política, Milei ha construido su imagen internacional a base de sumisión a los intereses del poder de turno. Su cercanía con figuras como Donald Trump y Elon Musk, a quienes considera referentes ideológicos, deja en evidencia su alineamiento con una agenda que prioriza la especulación financiera y el control de los recursos estratégicos en manos privadas. Mientras Milei se desvive por la aprobación de las élites norteamericanas y cede ante las exigencias del capital transnacional, Argentina se desindustrializa y pierde su capacidad de decisión soberana.
El proyecto que Milei impulsa no es un modelo de libertad económica, sino una adhesión incondicional a una agenda neoliberal que centraliza la riqueza en un puñado de manos y debilita los lazos sociales que sostienen a una nación. Su relación con Musk, por ejemplo, simboliza la entrega de la soberanía tecnológica y energética argentina a intereses extranjeros. Mientras Elon Musk avanza con sus proyectos en la explotación del litio en América Latina, Argentina, se presenta como un mercado dócil y desregulado para que las grandes corporaciones extraigan recursos sin restricciones ni compromisos ambientales.
En contraste, Claudia Sheinbaum ha reafirmado su compromiso con la defensa de la soberanía nacional, rechazando injerencias extranjeras y protegiendo recursos estratégicos como el Golfo de México. Su gobierno no solo ha frenado el avance de las corporaciones sobre el campo mexicano, sino que también ha fortalecido el control estatal sobre los hidrocarburos, asegurando que la riqueza nacional beneficie a su pueblo y no a intereses foráneos. Frente al avance de una economía extractivista sin regulaciones, Sheinbaum ha promovido políticas de desarrollo sustentable y ha reforzado el papel del Estado como garante de la equidad y la justicia social.
Su modelo de gestión representa el “camino humano” frente a la agenda sintética de los tecnócratas del capital global. Mientras Argentina se convierte en una plataforma de experimentación para la automatización de la precariedad laboral y la desposesión de sus recursos, México busca consolidar su autonomía en la era digital y energética. La diferencia entre ambos proyectos radica en la defensa de un futuro con justicia y dignidad o en la rendición absoluta ante los intereses de los mismos que han condenado a América Latina a la dependencia histórica.
México: un modelo alternativo en defensa de la soberanía alimentaria
Claudia Sheinbaum ha impulsado una de las medidas más trascendentales en la lucha por la soberanía alimentaria: la prohibición del cultivo de maíz transgénico. Esta decisión, que enfrenta a los gigantes agroindustriales como Monsanto-Bayer, busca proteger a los productores locales y garantizar la seguridad alimentaria de la población.
La política de Sheinbaum no solo es una respuesta al lobby de las corporaciones, sino que representa una visión de Estado donde el desarrollo no está supeditado a las reglas del mercado internacional. México demuestra que es posible gobernar con una mirada social y sostenible, defendiendo los intereses de la ciudadanía por sobre los de las grandes multinacionales.