El proyecto de ley Ficha Limpia fracasó en el Senado, generando una intensa disputa entre el PRO y La Libertad Avanza. Ambos se acusan de sabotaje para evitar que condenados por corrupción sean candidatos. Este revés afectó la imagen de los libertarios y dejó al PRO con un argumento evidente contra el kirchnerismo.
Ficha Limpia naufragó en el Senado y desató una feroz guerra entre el PRO y La Libertad Avanza
El proyecto de ley Ficha Limpia cayó en el Senado por un solo voto y a apenas una semana de las elecciones en la Ciudad, encendiendo un cruce público y sin tregua entre el PRO y La Libertad Avanza. Uno y otro se acusan mutuamente de haber saboteado la medida que buscaba impedir que condenados por corrupción puedan ser candidatos. A pesar del optimismo previo a la sesión, el oficialismo sufrió un golpe político inesperado con raíz en Misiones, y el debate derivó en un campo minado electoral donde los principales espacios de la derecha se acusan de pactos con el kirchnerismo.
Los senadores misioneros Carlos Arce y Sonia Rojas Decut -que en la previa se habían mostrado a favor del proyecto– terminaron votando en contra. Ambos pertenecen al Frente Renovador para la Concordia, un espacio provincial cuya relación con el Gobierno se vuelve cada vez más ambigua. Su giro fue decisivo para frustrar una iniciativa que ahora no podrá ser tratada hasta 2026. La decisión, admiten en Casa Rosada, dejó a los libertarios “ciegos” y sin margen. No hubo advertencias ni previsiones. Ya estaban todas las líneas discursivas preparadas para celebrar la victoria.
Silvia Lospennato, autora del proyecto y candidata del PRO, se enteró en vivo del revés mientras participaba de un programa de televisión. No necesitó nombrar a nadie para apuntar: “Me parece que hay gente que entiende que es necesario que haya una Cristina Kirchner en la cancha”. En el PRO interpretaron su frase como una acusación directa contra el Gobierno, a quien responsabilizan de operar votos clave para hacer fracasar la votación.
Desde La Libertad Avanza contraatacaron sin matices. En redes sociales, el espacio difundió que “mientras el kirchnerismo garantizaba la impunidad de sus jefes, un sector del PRO apuraba una victoria simbólica antes de las elecciones”. Una forma de insinuar que los macristas no gestionaron bien la negociación y dejaron flancos abiertos. En Balcarce 50 apelaron a una defensa técnica: habían advertido posibles rechazos y propusieron que los senadores firmaran un compromiso formal antes de sesionar. Nadie quiso. El jefe de bloque libertario en el Senado, Ezequiel Atauche, había llegado horas antes con el aval de que los votos estaban garantizados. No fue así.
Javier Milei se pronunció más tarde y mostró su enojo. En una entrevista advirtió que había pedido que la ley no se expusiera al fracaso por falta de números. “Tengamos cuidado”, dijo. El mensaje había sido enviado por operadores cercanos al Presidente mientras aún se discutía la conveniencia de llevar el tema a recinto. El Gobierno sabía que un traspié podía erosionar su imagen de poder. El resultado fue tan inesperado como letal para el relato libertario contra la casta.
En el PRO también se cerraron filas para cargar contra el Ejecutivo, aunque con prudencia. Una figura clave del partido sostuvo: “Está clarísimo que esos mismos senadores votaron todo para el Gobierno antes. Nunca quisieron esta ley”. En ese contexto, Laura Alonso, vocera de Jorge Macri y también candidata en CABA, disparó con ironía: “Cuando un gobierno quiere una ley, va a ganar. Perder y echarle la culpa a dos votos alquilados es un pacto de mutua conveniencia”.
El fracaso legislativo resonó como trampa adentro de la interna opositora. Mientras el oficialismo define su narrativa, hoy dividida entre explicar lo inexplicable y reaccionar con teorías conspirativas, el PRO apuesta a capitalizar la caída como evidencia de que sólo ellos se enfrentan verdaderamente al kirchnerismo. La Libertad Avanza, por su parte, insiste en que el PRO precipitó la sesión para obtener un rédito electoral a días de los comicios y que ignoraron alertas internas.
Detrás del telón, el nombre de Carlos Rovira, caudillo misionero, asoma como posible operador de último minuto. Desde hace dos décadas maneja la política de su provincia y fue quien moldeó las candidaturas de Arce y Rojas Decut. Un movimiento suyo puede haber inclinado el tablero. La versión que circula en pasillos parlamentarios es que hubo un acuerdo silencioso entre Misiones y la Casa Rosada para frenar la ley. Algo que el oficialismo desmiente, pero no desactiva.
La caída de la ley no sólo vuelve a habilitar políticamente a referentes como Cristina Kirchner –blanco encubierto del proyecto–, sino que refleja una fisura estratégica entre los dos principales espacios no peronistas. Lo que ambos comparten es que eligieron convertir la derrota legislativa en arma de campaña. En el ocaso de una votación que prometía ser histórica, el sistema político expone cómo los pactos, las internas y el oportunismo pesan más que cualquier compromiso con la transparencia.